Paradoxal
Día 2 del blog. Sigo en Lisboa. Esta ciudad tiene algo que me hace sonreír. La luz es especial (sé que eso se podría decir de cualquier sitio). Pero esta luz es especial, al menos, para mí. Los edificios de colores, la mitad casi a punto del desastre, también me sonríen, con sus dos ventanucas a modo de ojos. Oigo idiomas mezclados, acentos que no reconozco. Esto está a tres horas de mi pueblo y parece un mundo nuevo. Huele a pasteles, a césped mojado, a una tilde bien puesta y a un teléfono con 100% de batería. ¿Tiene algún sentido que hoy esté mejor? Diría que sí. Solo han pasado unas horas desde que lloré por última vez pero es que ahora me siento genial. Ese susurro sigue ahí, por supuesto. Espero que llegue el día en el que me acueste y me dé cuenta de que todavía no había pensado en él. Evidentemente, está lejos de pasar. Pero, me voy conformando con esta sensación de pseudo felicidad que da la distancia. Antes, en un parque, leyendo un libro sobre la muert...