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Paradoxal

Día 2 del blog.  Sigo en Lisboa. Esta ciudad tiene algo que me hace sonreír. La luz es especial (sé que eso se podría decir de cualquier sitio). Pero esta luz es especial, al menos, para mí. Los edificios de colores, la mitad casi a punto del desastre, también me sonríen, con sus dos ventanucas a modo de ojos.  Oigo idiomas mezclados, acentos que no reconozco. Esto está a tres horas de mi pueblo y parece un mundo nuevo. Huele a pasteles, a césped mojado, a una tilde bien puesta y a un teléfono con 100% de batería.  ¿Tiene algún sentido que hoy esté mejor? Diría que sí. Solo han pasado unas horas desde que lloré por última vez pero es que ahora me siento genial. Ese susurro sigue ahí, por supuesto. Espero que llegue el día en el que me acueste y me dé cuenta de que todavía no había pensado en él. Evidentemente, está lejos de pasar. Pero, me voy conformando con esta sensación de pseudo felicidad que da la distancia.  Antes, en un parque, leyendo un libro sobre la muert...

El puto desamor

    Me cago en la hostia, cómo duele. Y fíjate que no es la primera vez.   Lleva doliendo meses. Porque lo peor no es que te rompan el corazón de un día para otro, lo peor es que lo hayan ido haciendo lentamente, sin compasión.   Prefiero que me quiten la tirita de golpe, sin miramientos. Ya está, de un tirón. ¿Qué es esto de ir despegándola poco a poco? Somos masocas. Sabemos que la tirita hay que quitarla, sabemos que está de más, pero nos gusta tanto, nos hemos acostumbrado a ella, que queremos dejarla ahí.   Me duele. Se ha abierto la herida que tenemos todos: el puto ego. No me quieren y lloro. Soy una puta niñata.   Dejarlo no es lo peor. De verdad. Lo peor es darnos cuenta de lo mal que nos han querido. De que nos han hecho sentir como una basura.   No he merecido sus piropos, sus halagos. No merezco una mirada directa a los ojos acompañada de un “qué suerte tengo de tenerte”. No merezco un “estás especialmente guapa hoy”. No merezco b...